Los olvidados automóviles franceses de ojos amarillos

DxArtículo Ireneu Castillo - Edición Francisco Mejía-Azcarate
Desde siempre recuerdo que los vehículos en Francia durante muchos años tuvieron luces amarillas y queriendo saber la razón, decidí buscar la respuesta y escribir una historia para el blog del OCCCCC. Investigando, encontré muchas hipótesis en diferentes blogs e inclusive en Wikipedia, hasta que me encontré este fabuloso artículo escrito por el bloguero español Ireneu Castillo, hace exactamente dos años. Debo anotar que algunas expresiones han sido modificadas en aras de ajustarlo al lenguaje Castellano que usamos en Latinoamérica y he incluido imágenes diferentes. 

En la época en que cuando ibas conduciendo y te cruzabas con un paisano, le hacías una ráfaga con las luces en forma de saludo, era muy habitual ver a los vehículos franceses equipados con unos, cuando menos, curiosos faros de color amarillo. Esta característica de los vehículos galos era tanto más curiosa por cuanto equipar este tipo de luminarias en los vehículos españoles estaba estrictamente prohibido. Hoy en día, dentro del marco de la Comunidad Europea, todos los vehículos vienen equipados con luces de color blanco por obligación y los faros amarillos, desde 1993, pasaron a ser un recuerdo, inclusive para los franceses. Sin embargo... ¿conoce cuál era el origen de esta característica de los coches franceses? Las hostilidades entre alemanes y franceses desde la 1ª Guerra Mundial parece que son la respuesta. 

A principios del Siglo XX, la industria automovilística estaba en algo menos que en pañales. Los escasos automóviles y camiones que circulaban eran poco más que coches con autopropulsión que se centraban más en buscar la funcionalidad general que en su seguridad. En estas circunstancias, los elementos de iluminación no eran un equipamiento básico y cada uno hacía de su capa un sayo. Carburos y candiles basados en acetileno eran los métodos más comunes de iluminación, los cuales daban una luz blanca pero de muy poca longitud (de 3 a 5 metros).

Este faro de acetileno, con un espejo cóncavo como reflector, es una ingeniosa combinación de elementos existentes: Un faro de automóvil marca Besnard y una bombona de acetileno disuelto en acetona, con la inscripción Appareils Magondeaux
No fue sino hasta la segunda década que se introdujo la iluminación eléctrica en los automóviles, cuya tecnología aumentaba el radio de acción de sus faros al equiparlos con bombillas de incandescencia. Sin embargo, en Europa, el hecho de haberse desarrollado durante una época tan conflictiva como la Gran Guerra, hizo que, en algunas circunstancias, tanta luz fuese un serio inconveniente. Tal fue el caso del frente de Verdún, en el cual los camiones de abastecimiento franceses iban equipados con luces amarillas para reducir la luminosidad de los faros, evitando así ser un blanco fácil y con la ventaja adicional de poder diferenciar los vehículos propios de los autos alemanes.

Faros amarillos de un auto francés de la década de 1910
Con el final de la guerra, el color de la iluminación de los vehículos franceses siguió siendo, como hasta entonces, simplemente una cuestión personal, por lo que los vehículos galos fueron equipados tanto con colores amarillos como con blancos durante el período de entreguerras. Por desgracia, el período de los locos años 20 fue un breve espejismo, habida cuenta que el conflicto social en Europa se veía venir a pasos agigantados desde comienzos de los años 30.

Fotos de un Bugatti Type 57C, modelo 1938, con faros amarillos
A mediados de los años 30, era un secreto a gritos que se estaba armando una bien gorda y los mandos militares franceses, preparándose para la que se avecinaba, presionaron al gobierno para hacer obligatorio el uso de luces amarillas en los vehículos. Dada la experiencia durante la 1ª Guerra Mundial y por cuanto los vehículos alemanes utilizaban luces blancas, el hecho de poder diferenciar unos vehículos de otros con un simple vistazo y ser discretos en una situación bélica fueron razones potentes para proponerlo. El día 3 de noviembre de 1936 se propugnó la ley que obligaba a que todos los vehículos matriculados a partir del 1 de abril de 1937 fuesen equipados con bombillas amarillas, entrando en vigor la obligatoriedad de que a partir del 1º de enero de 1939, todos los vehículos franceses deberían llevar faros amarillos.

Faros amarillos en un hermoso Bugatti Type 57S Atalante, modelo 1937 – (uno de 17 fabricados)
A partir de entonces, todos los automóviles y camiones franceses llevaron bombillas amarillas como método de diferenciación del enemigo. Para compensar, el enemigo, en este caso Alemania, prohibió el uso de las bombillas amarillas en suelo germano, cosa que también se impuso en el suelo francés cuando a partir de mayo de 1940 la Alemania nazi ocupó Francia. En este caso, tan pronto como los ejércitos alemanes tomaron el poder, derogaron la obligatoriedad de las luces amarillas e impusieron las blancas, a modo de revancha.

Luces amarillas para el emblemático Citroën DS, modelo 1969
Una vez cayó el régimen nazi, las nuevas autoridades francesas volvieron a instaurar la obligatoriedad de las luces amarillas como símbolo de la liberación de la Francia ocupada. Sin embargo, el desarrollo de la tecnología de iluminación en los automóviles, poco a poco hizo que las ventajas de las bombillas blancas respecto las amarillas, fuera incuestionable a nivel mundial.

La iluminación ineficiente de los autos franceses empezó a ser una preocupación a finales del Siglo XX
A pesar de esta desventaja, las autoridades galas continuaron imponiendo la obligación de las luces amarillas imbuidos en un cierto chovinismo, olvidando el motivo original de tal medida y escudándose en las más variopintas excusas para explicar el mantenimiento de la misma.

Fotografía de comienzos de la década de 1970, en la que todos los carros portan faros amarillos
Entre ellas, la que más fortuna hizo fue la de que se ve mejor en la niebla con luces amarillas, cosa medio cierta, pero más debido al descenso de la intensidad de la luz reflejada por la niebla -al generar menos luz que una blanca- que por una real mejora de la visibilidad.

Dos emblemáticos franceses de los 60’s: Peugeot 204 break, modelo 1966 y un Renault 16, modelo 1968
A finales de la década de 1980, varias nuevas tecnologías comenzaron a aparecer en el mercado, como las luces de xenón o lámparas halógenas con un tintado diferente y algunas marcas como Hella, Bosch y Cibié ofrecían estas novedades a los franceses proporcionándoles una luz amarilla con tonos azules y mayor brillo, sin embargo, era evidente que el desarrollo tecnológico en la industria de la iluminación indicaba que la luminosidad blanca estaba muy por encima de la amarilla y los franceses que ahora eran parte de la Comunidad Europea, recibieron mucha presión, de tal forma que el Gobierno francés dio su brazo a torcer y no le quedó más remedio que aceptar la directiva europea.

Faros amarillos en un Citroën SM Opera, modelo 1974 y un BMW 323, modelo 1984
La directiva europea requería que todos los vehículos comercializados en la Unión Europea tuviesen el mismo tipo de iluminación. Sea como sea, Francia fue el único país del mundo que siguió con la obligación del uso de las luces amarillas hasta el primero de enero de 1993, fecha en la que entró en vigor la normativa mencionada que obligaba a todos los países de la Comunidad Europea a equipar sus automóviles con luces de color blanco, de cara a unificar los criterios de iluminación en las carreteras europeas. De esta forma, la Unión Europea desbarataba una "tradición" gala de casi 70 años que ponía en clara desventaja a sus propios vehículos cuando salían de sus fronteras, dejando en el baúl de los recuerdos varias generaciones de vehículos franceses cuya seña de identidad fueron sus extraños faros amarillos.

Famosos se hicieron los autos franceses en los rallys del mundo con sus faros amarillos, como esta Citroën Ami-8 Break